Thursday, July 23, 2009


- Abuelo ya ni me mira, siento que sin ella nunca seré feliz.
- Eso es verdad hoy, pero será falso algún día.
Mi abuelo se reía, estaba a punto de contarme una de esas historias que la verdad yo poco entendía, pero como me gustaba escucharle.
- Je je, felicidad, que palabra solo por pronunciarla deberíamos pedir permiso
- ¿A quién abuelo?
- Al que la inventó
- ¿Y quién la inventó?
- Hace ya mucho tiempo, tanto que sería incapaz de decirte. Hubo un reino, la verdad del nombre no me acuerdo, Pero si de su rey, Adicilef se llamaba. Era un rey como otro cualquiera, ordenaba y su séquito obedecía.
En aquella época el culto a la tierra era normal y los sacrificios algo cotidiano.
Cuentan que un año de malas cosechas el rey bebió de una copa y sin pedir permiso a la tierra y sin derramar una sola gota acabó su brebaje.
Pues cuentan que esa noche en el vientre de de una sirvienta de palacio nació un niño. A los nueve Cilef hacia su aparición un niño como otro cualquiera, pero había nacido con una enfermedad desconocida hasta entonces. El niño fue pasando de curandero en curandero hasta que llegó a manos del hechicero de la montaña. Nada más verlo ya sabía lo que tenía.
- ¿Pero qué tiene? Preguntó ansioso el padre.
- El niño ríe
- ¿Y eso qué es?
- Eso es que la tierra te ha donado el dolor más grande que jamás hayas podido sufrir. La tristeza acabará con tu reino.
Mira tus caballeros - Jugaban con el niño y comenzaban a reír.
- ¿Pero qué puedo hacer?
- Ya nada la felicidad ha llegado y con ella la tristeza. (Antes de partir el hechicero cogió unos polvos y los soplo sobre el rey). - Miedo dijo. Este miedo te ayudará a protegerte de la tristeza.
Cuentan que el rey encerró a su hijo en palacio y comenzó la guerra, como si de una droga se tratara, todos querían probarla.
Un año Cilef fue raptado por una bruja, lo montó en su escoba e hizo reír a todo un reino. La gente les señalaba y reía, carcajadas que contagiaron todo el país.
La Felicidad viajo y viajo, cuantos mataron por ella, Hay quienes se aventuraron a escribir su fórmula. Pero la felicidad es tan compleja que solo un sentimiento la puede escuchar.
Y sin saber cómo ni por qué ella ha llegado a ti.
- Pero abuelo que yo estoy triste.
- Hoy